Social y Solidaria

PINTEMOS NUESTRA ALDEA

PINTAMOS NUESTRA ALDEA 1200

Noticias Ambientales

PINTEMOS NUESTRA ALDEA

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

La pregunta del millón

En un artículo anterior comentamos que la problemática ambiental se puede clasificar por su alcance en: global, regional y local. Si la importancia de los temas se midiera por su tratamiento en los medios, no cabe duda de que las temáticas globales parecen concentrar toda la preocupación.

Los temas regionales se ponen de relieve solamente cuando ocurre algún evento catastrófico como inundaciones, sequías o un derrame de líquidos industriales como sucedió en una mina de la provincia de San Juan hace algunos años. Por otro lado, los temas ambientales locales casi no forman parte de la agenda de los medios.

¿Por qué ocurre esto si la problemática ambiental de una gran ciudad o de una pequeña localidad son importantes para la calidad de vida del ciudadano de a pie? Calidad de vida que, por otra parte, mejora o empeora perceptiblemente en cuestión de pocos días y no de decenas de años o siglos, como puede atribuirse al cambio climático.

Nos hicimos esta pregunta y llegamos a una serie de reflexiones que, por lo comprometidas, son difíciles de tratar sin caer necesariamente en el etiquetamiento político, una tendencia común y peligrosa a la que somos muy adeptos los argentinos, tendientes al fanatismo y poco proclives al análisis y diálogo objetivos.

El ambiente y nosotros

Primero.

Debe aceptarse que todo lo que ocurra fuera de nosotros mismos o de nuestro entorno íntimo familiar, forma parte del ambiente. “Yo soy yo y mi circunstancia”, dijo el filósofo, y nuestra circunstancia es el mundo que nos rodea, es decir el entorno, o sea el ambiente.

Pensar que “lo ambiental” está vinculado solamente con que se vean menos mariposas en primavera o que el otoño se adelante es una limitación conceptual de quienes entienden mal y explican peor el tema. Todo lo que pasa más allá de las pareces de nuestro hogar es el ambiente; ambiente que, naturalmente, compartimos y nos pertenece.

Esa pertenencia común nos involucra porque el saber compromete: como lego, puedo ignorar que la fisura en la casa de mi vecino es estructural y puede derrumbarse, pero si soy ingeniero y percibo casualmente el problema tengo la obligación ética y profesional de informárselo.

Segundo.

Escribir o hablar de mi ambiente, de nuestro ambiente, da la oportunidad de opinar sobre nuestra propia experiencia, experiencia que es al mismo tiempo observacional (yo como espectador de lo que nos pasa) y vivencial (yo como actor de lo que me pasa).

Como experto en temas ambientales puedo, en cuestión de un par de semanas o menos, hacer un relevamiento objetivo de la problemática ambiental de una pequeña localidad, digamos, que está a mil quinientos kilómetros de mi casa.

Pero como habitante de mi localidad soy un monitor continuo de lo que afecta o beneficia a nuestro ambiente. Todos somos sensores vivientes del ambiente, y con un entrenamiento básico, de escuela primaria, podemos ser detectores sensibles y bien calibrados de lo que modifica, para bien o para mal, a nuestro ambiente.

Opinión, formación y responsabilidad

Tercero.

Toda opinión que usted o yo emitamos sobre este o cualquier tema será tomada con intencionalidad política. Es inevitable, y no solo en nuestro país; volvemos a la cuestión del etiquetamiento que mencionamos párrafos más arriba. Pero no señalar los problemas para evitar que nos etiqueten es, como mínimo, autocensura y como máximo, cobardía.

No hay ideología en las cuestiones técnicas: hay cosas que técnicamente están mal y cosas que técnicamente están bien; y hay muchas cuestiones que solucionan un problema, pero generan otros: el daño ocasionado no puede ser mayor que el bien que se pretende; es decir, el remedio no puede ser peor que la enfermedad.

Entre esos extremos hay muchas maneras de hacer las cosas, pero hay algunas que son mejores que otras. En la temática ambiental se trata de hacer lo mejor en beneficio del ambiente, que en definitiva es en beneficio de todos. Tratar temas ambientales con un sesgo político es tan inmoral como que un médico de un partido político se niegue a salvar la vida a un enfermo del partido opositor.

Cuarto.

 La detección de situaciones que degradan el ambiente de las personas que viven en él tiene mucho de obvio y también de intuitivo: todos sabemos qué es lo que perjudica al medio en que vivimos, aún más allá del perjuicio individual, es decir, con respecto a un perjuicio colectivo superior.

Pero hay temas que pasan desapercibidos por el lego y que solo pueden ser detectados o anticipados por especialistas. Por eso es clave que tanto en la función pública como en las empresas privadas el área ambiental esté a cargo de especialistas y, particularmente, de profesionales que con su accionar pongan en juego su puesto, su prestigio y su licencia.  

Los intereses creados

Quinto.

 Existen intereses creados que accionan sobre quienes toman decisiones. “Accionar” tiene un significado ambiguo: puede referirse tanto a influenciar sobre qué se decida o, directamente, a concretar negocios espurios con la complicidad y beneficio directo de la autoridad. Los factores de presión existen: algunos aspectos vinculados con el perjuicio del ambiente son tan obvios que solo pueden explicarse a través de ellos.

Sexto.

Con la temática ambiental pasa lo mismo que en su momento ocurrió con las cuestiones vinculadas con la calidad. Las empresas no se ocupaban de ella porque desde todo punto de vista implicaba pérdidas: invertir en mejorar procesos y productos, gastar en controles internos y, sobre todo, recibir cada tanto la mala noticia de que los procesos no andaban bien y los productos eran defectuosos y, por lo tanto, un proceso había que mejorarlo (pérdida de tiempo), una máquina había que cambiarla (pérdida de dinero) o un lote de producción había que desecharlo (pérdida de tiempo y muchísimo dinero).

Cuando se impuso la obligación de contar con sistemas de calidad adecuados y las empresas debieron ajustarse a normas para exportar, la cuestión cambió y de una ecuación aparentemente desfavorable aparecieron oportunidades que beneficiaron a la empresa a través de la mejora de los productos.

Aunque parezca mentira, el cambio fundamental debió ser cultural: introducir en los gerentes, supervisores y empleados la conciencia de que la calidad importa de manera efectiva y no declarativa.

Lo mismo ocurre con el ambiente: la calidad del ambiente importa y no como un lema de la dirección de una empresa o de un gobierno municipal; el ambiente importa porque en ello va la calidad de vida nuestra y de nuestros propios hijos y nietos. Y también debería ir en ello el futuro político del gobernante.

Colofón y anticipo de lo que viene

Se atribuye a Tolstoi la frase “pinta tu aldea y pintarás el mundo”. En un próximo artículo trataremos la temática ambiental de nuestra gran aldea, la ciudad de Buenos Aires, para que el lector que vive en ella observe con detenimiento el mundo que lo rodea, quien lea la nota en las otras grandes o pequeñas ciudades del país pueda reconocer y reconocerse en lo que tratemos y, finalmente, para que, quien viva en el extranjero compare y escrute su propia aldea: las personas y lo que hacemos con el ambiente no somos tan distintos. La diferencia fundamental, en todo caso, es con qué responsabilidad encaramos nuestra vida en comunidad.

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EDUCACIÓN Y AMBIENTE: EN CAMINOS PARALELOS

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Noticias Ambientales

EDUCACIÓN Y AMBIENTE: EN CAMINOS PARALELOS

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

Educación y trabajo

Dijimos en un artículo anterior que la educación, por sí sola, no tenía las posibilidades de cambiar a la sociedad y que no era conveniente que así fuera; que todo cambio en la sociedad debe ser consecuencia de transformaciones sucesivas y coherentes en todas las instituciones que la conforman.

Agregamos ahora: pretender un cambio desde la educación puede conducir a toda la sociedad hacia donde algunos focos de poder deseen orientar los intereses de la mayoría hacia intereses minoritarios. Hasta hace unos treinta años esos intereses eran fundamentalmente ideológicos. Ahora son esencialmente económicos y, en consecuencia, también -pero luego- ideológicos.   

Formar una persona que entre otras cosas tendrá que trabajar

Observe el lector que desde hace alrededor de un par de décadas se comenzó a pregonar que la educación debe orientar al alumno hacia el mundo del trabajo. La educación debe conducir a formar ciudadanos cultos, formados intelectual y espiritualmente para expresarse y desempeñarse con respeto y libertad en un mundo variado donde, entre otras cosas, tendrá que trabajar.  

Enviar a estudiantes de enseñanza media a hacer pasantías a empresas genera un sesgo en la persona que le quita opciones con la ilusión de abrirle un camino. Hace aproximadamente veinte años, una funcionaria de Educación de la provincia de Buenos Aires decía que, si un partido de la provincia tenía una fábrica de lácteos, los estudiantes debían formarse exclusivamente en esa producción. Nada más estrecho, cerrado y antieducativo puede imaginarse. Es verdad que, en una adolescencia sin futuro, un camino es mejor que ninguno, pero muchos caminos son infinitamente mejor que uno y único.  

¿Y si llevamos a los estudiantes a los museos?

Llevemos a los estudiantes a los museos de artes y ciencias que tenemos y muy buenos, y no solo los estaremos formando mientras charlan con los especialistas, sino que muy probablemente descubramos vocaciones en arte, en ciencias o, también en museología. Lo mismo con la industria: que los jóvenes recorran una acería con una buena explicación a su nivel y con esa sola visita de pocas horas pueden surgir vocaciones para la ingeniería.

Hagamos a los estudiantes viajar, intercambiar vivencias con otras regiones del país, y nos conoceremos mejor y entenderemos que hay un mundo país, hermoso y con necesidades, algo más allá de nuestro ombligo.

Basura Tecnológica

La cultura del trabajo

Dicen por ahí que se perdió la cultura del trabajo. Lo que se perdió, antes que nada, es el trabajo. También comentan que la gente no quiere trabajar: si la opción es dinero que cae del cielo del Estado a cambio de no hacer nada, yo me sumo y dedico mi tiempo a lo que más me gusta: pensar y escribir es decir a hacer nada para la mirada de muchos (pensar no es trabajar, pero escribir sí, decía un gran pensador y escritor argentino). Se erró en la extensión de la ayuda y se pretende cubrir eso con más ayuda a cambio de nada.

Repetimos: la cultura del trabajo no se pierde; primero se pierde el trabajo, después se tapa la carencia con dinero que muchas veces es más que lo que paga un trabajo medianamente digno.  

Con esa visión de educar para el mundo del trabajo, ¿para qué generar científicos en la Argentina si la producción científica no tiene un impacto rápido y directo sobre la sociedad? Es un buen punto: hay que cambiar la forma de producción científica y no tratar de evitar que se forme gente de ciencia.  

Inventar carreras atadas a la demanda

Los supuestos visionarios de la educación inventan carreras atadas a la demanda en el mercado. En los años 1990 se multiplicaron las carreras en informática y la inclusión de computación en todos los planes de estudios de casi todas las carreras, especialmente las de mi área, las técnico-científicas.

Dije inmediatamente que lo que se estaba enseñando era operación de programas y no computación ni informática, que lo que había que enseñar era programación. Programación, entonces y aún hoy, se podía aprender sin computadoras, como muchos colegios la enseñaban en la década de los 1970.

Nichos educativos donde reina la paz de los muertos

Si se quiere innovar en educación, especialmente la universitaria, debemos adelantarnos al menos 30 a 50 años a lo que viene. ¡Eso es hacer futurología científicamente! No se trata de aprovechar los “nichos de oportunidades educativas” para acá y ahora. En educación todo nicho nos conduce a cubículos oscuros, cerrados y tenebrosos donde reina la paz de los muertos…

Enseñar lo permanente

Lo mejor para estar siempre adelante en educación es enseñar bien las bases permanente de todas las grandes áreas del conocimiento, que no son tantas: el idioma (lengua y literatura; leer, leer mucho, siempre y todo, acorde a cada edad); la matemática (el pensamiento abstracto pero también la aplicación de los números); las ciencias naturales (biología, física y química, en ese orden y con mucha observación y experimentos desde las edades más pequeñas); las ciencias antropológicas (las relaciones entre geografía e historia, que hoy, ayudado con los viajes virtuales por internet permite aprender en pocas semanas lo que antes costaba varios años) y, finalmente, pero como centro observacional de todo eso, discutir sobre el presente: la tecnología, el ambiente, las ideas y las creencias.

La buena educación no está para aceptar lo que nos proponen sino para cuestionarlo, buscarle fallas técnicas o éticas. Y descubiertas, corregirlas, crear algo mejor, fabricarlas y venderlas: ¡eso es generar trabajo a partir de la educación!

Frase antieducativa: “la ciencia cambia tanto que es imposible enseñarla toda”.
Respuesta: la ciencia no cambia demasiado y la Ciencia de base, casi nada. Las aplicaciones de la Ciencia sí cambian, y eso es la tecnología, algo que se sabe perecedero: se trata de entender cómo se interacciona con ella y que sabemos de antemano que pasará de moda y será reemplazada por otra supuestamente mejor que, por lo general, nos obligará a gastar más dinero antes de haberle sacado todo el provecho a la tecnología anterior.  Eso es consumismo a la máxima expresión.

Colofón ambiental

Pero ¿no era esta una columna sobre temas ambientales? Lo fue toda, pero hablando de asuntos de educación que repercuten, como todo, en el ambiente. Cada cambio tecnológico que no se aprovecha al máximo genera una cantidad de residuos de materiales supuestamente obsoletos que difícilmente puedan reciclarse en porcentajes elevados, utiliza insumos minerales que podrían haber pasado más tiempo quietecitos en la corteza terrestre y no cambiando de estado y composición química, generando emisiones peligrosas.

Aspectos elementales de la vida cotidiana no se han normalizado, como por ejemplo los cargadores y, sobre todo, las fichas de carga y la forma y tamaño de las baterías. Toda empresa tiene una supuesta conciencia ambiental que le es propia, porque la unificación de criterios y normas con otras empresas le impediría sacar ventajas competitivas y eso es mucho dinero.

Entonces, ¿a quién le importa el ambiente?  A usted y a mí, ciudadanos de a pie, que debemos soportar estos desatinos con la esperanza de que algo o alguien despierte a las conciencias. Eso, modestamente, intenta esta columna.  

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ERRE CON ERRE…

NOTA FASOLI 1200

Noticias Ambientales

ERRE CON ERRE…

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

`R con r, guitarra…´ me recitaba mi abuelo, y yo empleé mucho después la coplita para corregir la pronunciación de esa letra, ligeramente arrastrada, en mi hijo de dos años. Algún atractivo tendrá este fonema vibrante que los porteños junto con la “ye” en general pronunciamos con energía casi agresiva, para dolor de tímpanos del visitante extranjero.

Algún atractivo tendrá, decimos, porque en el mundo la “r” se emplea, con sentido mnemotécnico, en las instrucciones para mejora del ambiente, y ha dado lugar a una interesante disputa que podríamos llamar “fonémica”, con toques políticos e ideológicos”.

R con r, barril…

“Hace ya varias décadas que se pusieron de moda las 3R del cuidado ambiental: Reducir, Reutilizar y Reciclar. Interesantes actividades vinculadas con la conducta individual y familiar, aplicable en pequeñas comunidades pero que fallan en localidades grandes, mal educadas y desorganizadas o, decididamente mal gestionadas, como expusimos en una nota anterior”.

Reducir es clave

“Reducir es clave, pues incluye actitudes que no solo tienen implicancias ambientales y que, además, son importantes para la economía familiar. Por lo pronto, comprar menos, especialmente alimentos perecederos; debería consumirse todo lo que se adquiere y, también, todo lo que se cocina.

Tiempos hubo en que los alimentos seguían un curso absolutamente natural: lo que sobraba en una comida se consumía o se reprocesaba en la siguiente, lo que aún quedaba alimentaba al perro o gato de la casa y, pequeños restos, iban a las gallinas o conejos y a producir abono para las plantas.

En las ciudades, se recomienda usar el sobrante de alimentos para fabricar tierra fértil, para lo que se requiere tiempo de procesamiento y hay un límite físico para su obtención.

Formas de reducir son comprar solo lo que se va a consumir, no abusar de productos descartables (especialmente los plásticos), utilizar la impresora en modo “borrador” (ahorro de tinta), no malgastar agua, gas ni electricidad; próximamente daremos algunas indicaciones para reducir este consumo, imprescindible en estos tiempos de precios altísimos de los servicios”.

Reutilizar

“Reutilizar hace referencia a dar aplicaciones diferentes a los materiales o extender su uso: por ejemplo, dar la ropa que ya no se usa, emplearla como trapos cuando está en mal estado, darle otros usos a frascos que contuvieron alimentos.

También pequeñas acciones que parecen poco importantes: usar el papel para escribir de las dos caras (yo hago “blocks” para anotaciones), emplear los cuadernos con hojas libres para continuar el curso siguiente, actividad que, a mi juicio, tiene gran importancia pedagógica”.

Reciclar

“Reciclar significa aprovechar parte de lo que se desecha para usos previos antes de la disposición final. Ya hablamos de la cadena de los alimentos; sumemos a eso, cierres y botones de ropa que se utilizará como trapo pueden servir para reemplazar a otros rotos o modernizar ropa antigua.

Por supuesto, hay materiales que, si se clasifican adecuadamente en casa, como ser los envases de vidrio, aluminio, plástico y cartón, pueden reciclarse industrialmente. Pero esta clasificación, ya lo comentamos, requiere un esfuerzo individual que solo se justifica con un sistema de gestión de residuos debidamente optimizado”.

¡Qué rápido rueda la rueda!

“Los materiales reciclables suelen indicarse por una figura formada por tres flechas curvas que se cierran formando un triángulo con un número en su interior o una sigla debajo. El lector puede verificarlo fácilmente: las latas de aluminio tienen la figura triangular con la sigla ALU debajo; las tapitas de las botellas de gaseosa tienen un número 2 dentro del triángulo o la sigla HDPE (a veces PEAD) para el polietileno de alta densidad.

Esos materiales, debidamente clasificados y transportados a donde corresponda pueden ser reciclados en una proporción muy alta del total del envase original. Muchos productos suelen indicar con qué porcentaje de material reciclado fueron fabricados, aunque a veces es difícil asegurar la veracidad de esa información.

Envase muy eficiente para la conservación de bebidas y alimentos fluidos o con líquidos, pero muy complicado para reciclar, es el tetrabrik, por la dificultad de separar las delgadas capas de aluminio, cartón y polietileno que lo forman.

De manera más reciente se ha comenzado a hablar de Economía Circular, como una alternativa a la habitual economía lineal. Esta Economía Circular incluye algunas etapas previas a la disposición final de los residuos; abreviadamente las etapas son: obtención de materias primas, producción, comercialización, consumo, clasificación de residuos, trituración, reciclado de (algunos) materiales, obtención de materias primas secundarias, inertización de residuos no reciclables, obtención de residuos no peligrosos y disposición final.

Está claro que, como la denominación lo indica, lo circular es la economía, con lo que el ciclo “cierra” si lo hace económicamente. Bien mirada, la Economía Circular es una segunda línea de producción tendiente a aprovechar materiales que en otros tiempos se desechaban.

La Economía Circular, en ese sentido, tiene sus propias 3R: Recuperar, Reelaborar, Reinsertar productos al circuito económico, con sus obvios beneficios ambientales. Las denominaciones de producción “de la cuna a la tumba” para la economía lineal y “de la cuna a la cuna” para la economía circular son variantes de mercadotecnia muy impactantes, pero poco convincentes y reales, especialmente en el caso de la Economía Circular”.

Las ruedas del ferrocarril

¡La rueda del ferrocarril!

“Entre todos los materiales extraídos de la naturaleza, los metales son aquellos que más claramente muestran la posibilidad de ser reciclados con muy poco desecho. Un ejemplo típico es el hierro, que desde tiempos muy antiguos emplea la chatarra para la obtención de nuevos productos.

Lo sabe muy bien la Argentina, que en los años 1990 se deshizo de sus redes ferroviarias y una parte enorme de esa “residuo” fue a parar al incipiente pero pujante desarrollo de la industria pesada china que, por esos tiempos, además, andaba por el mundo comprando y buscando explotar minas de hierro.

La cuestión ambiental, como toda actividad económica, rápidamente adquirió sesgos ideológicos. La ideología no está mal para tomar posición frente cuestiones políticas y sociales, pero complica el panorama cuando relativiza el bien y el mal de acuerdo con el color de las facciones; obsérvense la posición de analistas locales e internacionales frente a la guerra en Ucrania y se entenderá a lo que me refiero, mientras muere gente inocente sin importar nombre, nacionalidad, edad, color ni religión”.

Las 8R del consumidor ecológico

“En esa dirección existen las 8R del consumidor ecológico, que simplificamos para no extendernos demasiado:

Reflexionar, eligiendo productos ambientalmente sustentables;

Rechazar productos tóxicos y no biodegradables;

Reducir el uso indiscriminado de bienes;

Reutilizar (ya discutido);

Reciclar (ya discutido);

Reparar un dispositivo que no funciona, antes de comprar uno nuevo;

Reincorporar a la tierra todo lo que sea orgánico (ya discutido) y

Reclamar ante las autoridades o los organismos competentes cuando las empresas no tienen un comportamiento comprometido con el ambiente.

Algunos reemplazan este último concepto por Resistir toda acción contraria a las 7R anteriores, confiriéndole a las 8R un claro sesgo ideológico anticapitalista”.

Colofón circular

“El crecimiento de las ciudades, la exacerbación del consumo, la competencia entre tener versus ser en una cultura donde ser es tener; la devoción de lo material en desmedro de lo espiritual; el individualismo prevaleciendo sobre la cooperación; ha repercutido de manera significativamente negativa sobre el ambiente.

En el extremo de esto, la reacción ideológica se adueñó de prácticas ancestrales, bastardeándolas, aferrándose a la invocación de la Madre Tierra en lugares donde Ella apenas puede sobrevivir en macetas con plantas mustias que con suerte nos acordamos de regar, por eso la proliferación en los balcones de cactus y suculentas.

La rueda se cierra en una discusión interminable, mientras en el centro de ese círculo están mi abuela y las abuelas de mis amigos cuidando la comida; reciclándola naturalmente; transformándola en alimento de sus perros, gatos, gallinas y plantas, o destejiendo pulóveres para hacer otros combinando lanas.

Y veo a mi abuelo y a los abuelos de mis amigos haciendo macetas con latas de duraznos o guardando en ellas clavos y tornillos o fabricando para sus nietos alcancías con botellas de boca ancha (¡alcancías!) 

Gentes, muchas veces, con poca instrucción, pero con mucha educación “natural”, transmitida a sus hijos y de ellos a nosotros.  “Nada nuevo bajo el sol”, pienso, mientras vuelve a mi memoria la vieja copla con la voz de mi abuelo: `r con r, guitarra…´”.    

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PARA EDUCAR HAY QUE CUESTIONAR LA EDUCACIÓN

PARA EDUCAR CUESTIONES 1200

Noticias Ambientales

PARA EDUCAR HAY QUE CUESTIONAR LA EDUCACIÓN

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

La educación no es el único factor de cambio. Últimamente, igual que cada tanto, se habla de la educación como un factor de cambio y de la posibilidad, incluso, de transformar el mundo a través de ella.

Esta afirmación, aun con algo de verdad, constituye en los tiempos actuales una utopía peligrosa y, en el mejor de los casos, es escasa de contenido, un cóctel al que le faltan ingredientes.

Es verdad que un buen sistema educativo es importante en la sociedad, pero tanto como lo es un buen sistema de salud, un sistema judicial, previsional, etc. Recordemos textualmente las palabras de Ortega y Gasset en su Misión de la Universidad, en la década de 1930: “No hay nación grande si no es grande su escuela, pero lo mismo puede decirse de su religión, de su política, de su economía y de mil cosas más”.

En una nación que no es enteramente grande ¿quién producirá el cambio reclamado? La responsabilidad recaería en una minoría aislada y, por lo tanto, ajena al ambiente social: una élite supuestamente superadora. En vista a las experiencias históricas en el mundo, resulta peligroso.

Vuelvo a citar al filósofo: “La escuela como institución normal de un país depende más del aire público en que íntegramente flota que del aire pedagógico producido artificialmente dentro de sus muros”. Es decir, debe haber vasos comunicantes entre ambos y debe haber algo más que mejore el aire público o que vaya mejorándolo de manera paulatina: se trata de un cambio cultural, al cual la educación contribuye, pero no es la única. Además, está a la vista que lo que hay naciones grandes o poderosas que tienen sistemas de enseñanza más bien flojos. El tema es tan complejo que, de por sí, requiere un tratamiento particular y que no esquivaremos más adelante.

Valores permanentes

Lo que es seguro es que, trabajando sobre Valores permanentes es posible conseguir transformaciones de base que nos pueden garantizar una convivencia más armónica. Pero para eso hay que aceptar que existen Valores permanentes, aunque la sociedad postmoderna quiera hacer creer que toda moral es relativa. Si me piden un Valor permanente, lo encuentro rápidamente: la solidaridad.

Hay más, por supuesto, pero con este basta para decir que los Valores permanentes deben enseñarse desde los primeros años de la niñez, en lo posible, desde la casa, pero si no, en la escuela.

En el mundo actual hay mucho que puede hacerse desde la educación, hoy y ahora, sin pedirle cambios estrambóticos: no olvidemos que en el mundo hay millones de niños que no reciben ningún tipo de educación, ni de calidad buena ni mala: eso, sin lugar a duda, es un desafío por resolver, concreto, factible e imprescindible.

También a través de la educación en procedimientos correctos podemos contribuir a mejorar nuestro entorno. Como decía un maestro mío: “hay muchas formas de hacer las cosas, pero algunas son mejores que otras”. Debe educarse tempranamente para hacer bien lo que se hace mal y hacer mejor lo que hacemos bien.

Niño reciclando

Educación ambiental

¿Cómo educar, por ejemplo, para que nuestro ambiente próximo no se degrade y podamos vivir de manera saludable y más agradable con nuestro prójimo?

En este punto se plantean dos posibilidades extremas: educar etariamente de arriba hacia abajo o hacerlo de abajo hacia arriba. En el primer caso, se requieren grandes inversiones en campañas de concientización para que los adultos adopten comportamientos que faciliten una convivencia ambientalmente sustentable.

Por ejemplo, en el manejo de residuos, funcionan bien las experiencias piloto en localidades pequeñas, donde es fácil hacer correcciones poco costosas en la medida en que se detecten fallas de procedimientos.

Fuimos testigos, y en alguna forma responsables, a través de cursos de capacitación y asesoramiento, de mejoras ambientales en la Patagonia, como la eliminación de bolsas plásticas y su reemplazo por textiles no tejidos también.

Sin embargo, los proyectos metodológicamente más eficientes consistieron en educar en la escuela y trasladar a través de los niños la enseñanza a los adultos. La responsabilidad y compromiso adquirida por un alumno de primaria permite modelar el comportamiento de los mayores: no arrojar papeles en la vereda, clasificación de residuos, reciclado, etc., se puede realizar con éxito en la escuela y trasladarlo a la familia y desde ellas al barrio y a toda la localidad.

Los residuos en las grandes ciudades

La situación en las grandes ciudades es diferente: si bien la educación escolar puede ser exitosa en la misma dirección que la explicada, se requiere un sistema de gestión municipal muy bien organizado para satisfacer y ordenar los esfuerzos de los vecinos.

Tomemos por caso la ciudad de Buenos Aires: la inversión en contenedores sin duda ha sido enorme; sin embargo, el funcionamiento del sistema es inadecuado porque no hay incentivos para la clasificación o, por el contrario, las exigencias para los vecinos no se condicen con lo que se sospecha es el destino final de los residuos separados.

Exigir lavar las botellas de bebida es impráctico, y las de aceites es difícil, requiere uso de grandes cantidades de detergentes, que se podría minimizar en procesos de lavado centralizado. Andes de exigir botellas limpias hay que enseñar a ahorrar en los productos que se emplean para ellos, como, por ejemplo, jabón y detergente.

Por otro lado, la población no conoce cómo es el sistema de gestión de residuos: qué se hace con sus botellas de plástico o de vidrio, cómo se reciclan, cómo es el negocio, muy rentable, por cierto, de la industria de los residuos. También se desconoce cómo funciona un relleno sanitario y cómo se compromete el futuro si no se minimiza la cantidad de residuos enterrados.

Muchos residuos que se generan en un hogar son peligrosos: aceites de máquina, solventes, pinturas, cartuchos de impresoras, etc.: ¿cómo se desechan de manera adecuada?

Hay tres disciplinas rectoras para enseñar, a través de ellas, cómo funciona la ciencia y la tecnología en la vida cotidiana; esas tres asignaturas son Física, Química y Biología. Una formación adecuada en las tres permite comprender cómo es y cómo se comporta el mundo que nos rodea por dentro y por fuera de nuestra piel.

Colofón comprometido

La temática ambiental debe dejar de ser un compromiso declarativo de las empresas y de los gobiernos: se deben efectuar acciones transparentes y disponerse de un sistema de formación -no de “información”- serio y profundo de acuerdo con el nivel de enseñanza al que se dirija.

Solo conociendo y conociéndonos podremos reconocernos y reconocer la importancia que nuestras acciones individuales pueden tener para contribuir a mejorar nuestro entorno. Un entorno mejor, está probado, nos permite vivir de mejor manera.   

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CAMBIO CLIMÁTICO: DEL DRAMA A LA OPORTUNIDAD

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Noticias Ambientales

CAMBIO CLIMÁTICO: DEL DRAMA A LA OPORTUNIDAD

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

Algunas temáticas ambientales comprometen a grandes regiones del planeta o a todo en su conjunto. Un ejemplo del primer caso es el denominado “agujero en la capa de ozono”, un problema que se detectó en la década de 1980: la reducción de la concentración de ozono en la estratósfera, a uno 20 a 25 kilómetros de altura sobre el nivel del mar. Este gas actúa allí como “filtro” para que la radiación solar dañina no alcance superficie de la Tierra. La rápida detección de las causas y la acción consecuente permitió estimar que entre 2030 y 2060 la concentración de ozono estratosférico regresará a los niveles considerados históricamente normales. Trataremos este tema con más detalle próximamente.

Aún más serio y sin vías próxima de solución es el calentamiento global, tema que es objeto de discusión en foros internacionales desde el Protocolo de Kioto de 1997, es motivo de manifestaciones populares a nivel mundial, oposición de muchos gobiernos y que, por todo esto, suele aparecer en los medios de comunicación de manera muy frecuente.

El efecto invernadero

Todos tenemos la experiencia de que una habitación más o menos cerrada, con un techo transparente de vidrio o plástico se transforma en un invernadero: un ambiente con temperatura superior a la del exterior, sin necesidad de calentamiento adicional. Este calentamiento natural se debe a que los gases de la respiración, principalmente dióxido de carbono y vapor de agua, quedan “atrapados en el ambiente”. Esto hace que la radiación solar que calienta el suelo, cuando se refleja, en vez de escapar al exterior, sea absorbida por los gases del ambiente y estos se calienten: la energía que normalmente escaparía al exterior permitiendo que el aire se enfríe queda almacenada en las moléculas de esos gases, calentándolo.

La atmósfera terrestre se comporta como un invernadero: los gases normalmente presentes en ella impiden que el planeta se enfríe demasiado cuando no lo ilumina la luz del Sol. Sin el efecto de invernadero tendríamos condiciones de temperaturas extremas que harían la vida inviable tal como la concebimos en nuestro planeta.

Si la concentración de gases de invernadero aumenta por encima de los valores considerados históricamente como normales, el planeta se calienta demasiado, produciendo un aumento de temperatura anormalmente alta.

Gases de efecto invernadero

Los científicos han encontrado una relación causal entre el incremento en la emisión de dióxido de carbono y el aumento de la temperatura promedio del planeta, resultado principalmente del empleo de combustibles fósiles (carbón y petróleo) que se incrementó de manera sostenida desde lo que se denomina la Revolución Industrial (mediados del siglo XVIII en adelante).

Las preguntas claves son varias y las trataremos de responder de manera sencilla:

¿Se puede medir la concentración de dióxido de carbono? La respuesta es sí. Existen equipos sencillos para medir la concentración de prácticamente cualquier sustancia en el ambiente. La concentración de dióxido de carbono y de otros gases de efecto invernadero (por ejemplo, el metano, componente principal del gas natural) se pueden medir regionalmente a través de estaciones satelitales, pero como control mundial se emplea una estación de monitoreo de referencia que se encuentra en el volcán Mauna Loa. La ausencia de vegetación en las proximidades a él permite conocer sin interferencias de otras fuentes cercanas la concentración de dióxido de carbono atmosférico: su variación a través del tiempo es una indicación de su cambio promedio en la atmósfera terrestre (la concentración se expresa en moles (o moléculas) por millón de moles (o moléculas) mpm[1], aproximadamente la cantidad de litros de dióxido de carbono que hay en un millón de litros de aire atmosférico seco).

En el año 2008 la concentración de dióxido de carbono medido en el observatorio Mauna Loa fue de 383 mpm y en 2012 de 396 mpm; debe tenerse en cuenta que la concentración de dióxido de carbono que contribuyó a modelar el clima de la Tierra a lo largo de dos millones de años fue de solo 275 mpm.

¿Cómo se sabe la concentración de dióxido de carbono que había antes de la Revolución Industrial o, incluso, en los siglos XVIII, XIX y XX? En realidad, las primeras mediciones de dióxido de carbono que se han realizado son de comienzos del siglo XIX, pero según los expertos, son confiables solo aquellas a partir de 1957. Considerando que la medición con el propósito de seguimiento del cambio climático es más reciente, no es muchísima la información disponible a través del tiempo. Afortunadamente, el dióxido de carbono atrapado a diversas profundidades del hielo antártico permite hacer una buena estimación temporal de este gas en un momento determinado del pasado.

¿Cómo se mide la temperatura promedio mundial? Actualmente, mediante estaciones distribuidas alrededor del mundo e integradas en el Sistema Mundial de Observación para la Vigilancia Meteorológica Mundial.

¿Hay otras causas para el efecto invernadero? Como se dijo, la causa principal se debe a la quema de combustibles fósiles, a lo que se le suma la deforestación, ya que la desaparición de bosques produce un gran desbalance, haciendo que los vegetales muertos aporten a la atmósfera grandes cantidades de dióxido de carbono y, por supuesto, desaparezca el ciclo por el cual las plantas consumen este gas para crecer (fotosíntesis: formación de azúcares y otros compuestos durante el día, aprovechando el dióxido de carbono y la energía solar).

Hay otros gases de efecto invernadero que no agregaremos aquí para no llenar al lector de información innecesaria.

[1] En las publicaciones se usa en símbolo ppm (partes por millón, pero en este contexto de la descripción resulta ambiguo).

Hay otros gases de efecto invernadero que no agregaremos aquí para no llenar al lector de información innecesaria.

Los responsables del cambio climático

No ahondaremos en un tema que necesariamente se termina transformando en una cuestión política (¡todo es política, dice un gran amigo mío!). Si tomamos como referencia la emisión de gases de efecto invernadero, China, EE. UU. de N.A., India y Rusia, juntos, emiten anualmente más de la mitad de los gases de efecto invernadero que llegan a la atmósfera; a su vez, estos países tienen alrededor de 42% de la población mundial. Lo que es verdaderamente llamativo es que, si distribuimos las emisiones de dióxido de carbono por habitante, un norteamericano “emite” algo más que un ruso y cada uno, entre tres y cuatro veces lo que emite un argentino.

Un habitante de la India, en cambio, es responsable de la mitad del dióxido de carbono que nos corresponde a cada uno de los argentinos (los datos se expresan en toneladas anuales; a cada habitante de los EE. UU. le corresponden casi 14 toneladas y a un argentino cerca de 4). Esto está claramente relacionado con el consumo energético, tema que trataremos próximamente.

Las consecuencias del cambio climático

El aumento de la temperatura promedio del planeta tiene consecuencias globales y también regionales. Una consecuencia global es la desaparición de hielos en la Antártida y el Ártico: grandes masas de hielo transformadas en agua líquida pueden aumentar el nivel de los océanos, conduciendo a la desaparición de islas y la modificación de las costas, con inundaciones en los continentes.

Las consecuencias regionales implicarán cambios en el clima: zonas frías que se volverán tropicales, regiones cálidas que se enfriarán; cambios en los regímenes de vientos y tormentas; disminución del agua potable en algunas zonas del planeta; desertización de regiones actualmente fértiles y mejoras de fertilidad en zonas actualmente desérticas.

Nótese que de esta última afirmación no todos se verán perjudicados a corto plazo por el cambio climático. Por eso, mientras la ciencia trabaja en soluciones y los gobiernos de los países responsables actúan en consecuencia, zonas hasta ahora infértiles de nuestro país pueden transformarse en suelos vírgenes para el cultivo de productos muy demandados.

Colofón optimista

 Toda crisis puede ser una oportunidad y, a corto y mediano plazo, la Argentina, país poco poblado y con una población mal distribuida, puede verse favorecida de esta transición que nos llevará restituir el planeta a una situación más “normal”.

Si durante ese proceso, grandes zonas desérticas de nuestro planeta se vuelven productivas, deberán aprovecharse, ya que claramente habrá un desplazamiento de la productividad mundial. Lo peor que se puede hacer es quedarse estático, esperando las consecuencias finales. En todo caso, es preferible decir, con Joaquín Sabina, “que el fin del mundo te pille bailando”.

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EL MEDIO NO SE ADAPTA A NOSOTROS: ES AL REVÉS

EL MUNDO NO SE ADAPTA 1200

Noticias Ambientales

EL MEDIO NO SE ADAPTA A NOSOTROS: ES AL REVÉS

Por Héctor José Fasoli

Doctor en Química, docente e investigador,
especializado en temas ambientales.
Premio Konex de Platino en Ciencia y Tecnología.

En la nota anterior dijimos que la problemática ambiental podía clasificarse según el entorno geográfico sobre el que influye y pusimos como ejemplo de temática ambiental local a la gestión de residuos urbanos.

Generalmente, las problemáticas geográficamente más extensas impactan también sobre las menos extensas. Es el caso de las sequías e inundaciones, caso típico de problemática ambiental regional.

Nosotros, el ambiente y los fenómenos naturales

Este ejemplo, a su vez, nos permite otro tipo de clasificación de las problemáticas ambientales: por su origen. Es frecuente asociar la degradación del ambiente a la actividad humana (se denomina antropogénica). Pero ocurren procesos naturales que también impactan sobre el ambiente (eventos “naturgénicos”): una erupción volcánica puede ocasionar una transformación ambiental de consecuencias graves, como es el caso reciente del volcán La Palma en las islas Canarias, España.

Una situación, ya no tan cercana en el tiempo, pero de consecuencias interesantes fue la erupción del volcán Hudson en la región de Aysén, en Chile, entre junio y agosto de 1991.

La violenta erupción que en su segunda fase abrió un segundo cráter en el volcán, produjo una nube de cenizas que cubrió el sur de Chile y la Argentina, se observó desde el espacio, y llegó a prácticamente todos los continentes.

Resurgir de las cenizas

Una de las localidades más afectadas por las cenizas del Hudson fue Los Antiguos, al norte de la provincia de Santa Cruz, en el límite con Chile. La ciudad y municipio, que hoy tiene entre 4.000 y 5.000 habitantes quedó cubierta de material silícico (“arena” muy liviana) que terminó con las plantaciones de frutas finas, principalmente cerezas.

Superados los largos meses de incertidumbre, aún con máscaras para no incorporar el polvo a las vías respiratorias, los niños y las mujeres regresaron a la localidad, que solo había quedado habitada por hombres, soportando los varios metros de cenizas que habían hecho desaparecer cultivos y animales.

A partir de allí se produjo un resurgir de la producción que transformó a Los Antiguos en un pujante exportador de cerezas y otras frutas.

Lo que los primeros años se atribuyó a la mejora de la fertilidad del suelo (“milagro del Hudson”), con el tiempo se comprobó que el efecto de las cenizas, en todo caso, fue facilitar la permeabilidad del suelo y conservar la humedad.

En una charla impartida en Los Antiguos alrededor de 2005 dijimos que el verdadero milagro lo había hecho la tenacidad de mujeres y hombres que, unidos en cooperativas, levantaron al municipio -literalmente- de las cenizas, transformándolo en uno de los sitios más productivos y bonitos del sur argentino.

Pero la tenacidad no es solo trabajo a destajo: es estudiar y aprender de quienes enfrentan o enfrentaron situaciones pasajeras o permanentes similares. Eso también se hizo en Los Antiguos.

Inundaciones y sequías

Las fuerzas naturales actúan de manera imprevista, a veces a favor y otras en contra de nuestros deseos. Un tema preocupante es el de las sequías e inundaciones en las regiones agrícolas y ganaderas más productivas de nuestro país.

Parece inadmisible que aún hoy los eventos meteorológicos decidan el futuro de una cosecha. El equivalente a las pérdidas que producen un par de estas catástrofes económicas podría emplearse en obras de canalización y riego.

¿Una novedad? ¡En absoluto! El Ingeniero Luis Huergo (1837-1913) las previó a fines del siglo XIX y comienzo del XX para la cuenca del río Salado en la provincia de Buenos Aires. La procrastinación -el aplazo enfermizo de obligaciones y trabajos- es uno de los mayores defectos de nuestra Argentina.

Las consecuencias de la falta de obras concertadas, es decir, el trabajo no ya individual, sino egoísta, hace que los particulares traten de salvar lo propio, produciendo anegaciones en los campos vecinos.

¿Ocurre esto solo en la pampa argentina? Por supuesto que no, otras regiones, como la meseta del río Chubut, sufre las mismas consecuencias de este “sálvese quien pueda”.

La falta de fiscalización del Estado hace su parte: si la leyes y reglamentos no se hacen cumplir, es lo mismo que no existiesen…

Por supuesto que no todo es obra de la naturaleza en el tema de inundaciones: la impermeabilización de suelos por la explotación intensiva, la deforestación para reemplazar lo autóctono por plantaciones más rentables a corto plazo, también juegan su papel en esta historia.

El ambiente es el que nos acompaña en el presente, pero, también, el que acompañará a las generaciones futuras: el daño ocasionado hoy puede no restaurarse en años; por ejemplo, pocos saben que la huella de un vehículo que “corta campo” en la Patagonia profunda puede tardar años en desaparecer.

Las producciones regionales son la alternativa ambientalmente sustentable. Naturalmente, raramente producirán un enriquecimiento a corto plazo, el que generalmente, atenta contra el ambiente: no se puede pretender que el ambiente se adapte a la actividad humana; es exactamente al revés.

Colofón solidario y cooperativo

La acción solidaria, coordinada en forma cooperativa, no solo entre las fuerzas productivas sino entre ellas y la naturaleza permite alentar una convivencia más armoniosa entre nosotros mismos y con el ambiente. La mayoría de las veces no es un tema de recursos económicos, sino de educación y actitud. Sobre ello trataremos próximamente.

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